El domingo (12) fui a ver a la Michelle a la moneda.
Para no aburrirme en el camino, lleve mi discman y un disco de Marciano copiado. Me fui en el metro, escuchando a Marciano y en la otra mano mi tabla de longboard, porque allá me juntaría con un amigo que andará en bici, y así lo hice.
Llegue a plaza baquedano, salí hacia el ballet nacional y por ahí al fondo estaba mí amigo, sentado con la bici al lado y leyendo, leía a Steven Hawking, intelectual mi amigo igualmente.
Y nada, agarramos nuestras cosas; yo apague mi discman, nos subimos en nuestros vehículos y partimos a ver a la Michelle.
Yo debo confesar que no vote por la Michelle, ni por Piñera, ni por Lavín, ni por Tomás; yo simplemente no vote.
Pero da lo mismo, yo iba a ver a los grupos más que a la Michelle.
La alameda estaba cortada, así que nos fuimos por ahí, a toda velocidad por el asfalto, la alameda era nuestra y la recorríamos libremente haciendo nuestra piruetas, esquivábamos algunas personas, pero nada nos impidió llegar a nuestro destino, o casi, ya que igualmente estábamos muy lejos de donde se podía ver aunque sea algo.
Llegamos al final de Lucybell, solo escuchamos parte de la ultima canción y se retiraron.
Nos fuimos acercando, el tumulto era grotesco.
Saludamos algunos conocidos que nos encontramos, seguimos avanzando, yo con la tabla en la mano, mi amigo con la bici ahí entremedio de la muchedumbre. Nos costo un mundo avanzar aunque fuese un poco. Finalmente llegamos a un paradero, cerca un árbol y mi amigo estaciono su bici allí y nos dispusimos a intentar ver. Algo vimos, más por la pantalla gigante.
En un momento anunciaron a Julieta Venegas, artista y mujer que me gusta mucho y que incluso me inspiro mi poema; Ojitos Tristes.
Deje a mi amigo ahí cuidando su bici, salí rápidamente a buscarla, ósea a buscar una mejor posición para verla aunque sea de lejos, pero verla.
El transito estaba apretadísimo poco a poco avanzaba. Mi mochila en la espalda, intentaba avanzar, toda la gente apretada.
Miro hacia atrás, empiezo a sospechar lo peor.
Intento tomar mi mochila, no puedo, estoy tan apretado que ni eso puedo. Sigo avanzando, quiero ver en que condición se encuentra mi mochila. Encuentro un lugar libre, me saco la mochila, y veo de inmediato que esta abierta y ultrajada. Mis bolsillos delanteros abiertos.
Menos discman, menos audífonos –casi- nuevos y Marciano ya no en mi territorio.
Un aire desolador aspire, una puteada al aire, mi cara cambio y ya no soy el de antes.
Mire a Julieta un poco más de cerca, rápidamente me fui donde mi amigo; así es la vida ché, es lo que me dice.
Y nada poh, de vuelta a casa aburrido en el metro sin escuchar música.
1 comentario:
Veo que no me perdi de mucho. Y el discman?
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